Tras varios años de una relación estable -o por puro deseo de vida-, es común que a muchas parejas les ilusione la idea de tener un bebé. Pero tras intentarlo por un tiempo no se consigue el ansiado embarazo. Es allí cuando empieza a aparecer en el vocabulario de la pareja la palabra “infertilidad”.
“La infertilidad es una condición médica que implica la elevada dificultad o imposibilidad de concebir un hijo de forma natural, o bien de completar un proceso de embarazo. El diagnóstico de infertilidad puede estar presente en uno o ambos miembros de la pareja (hombre-mujer, hombre-hombre o mujer-mujer), y suele establecerse tras un año de relaciones sexuales frecuentes (más de 3 veces a la semana) y en ausencia de métodos anticonceptivos” define Psicopedia
Junto con el diagnóstico vienen las primeras emociones a las que debe hacer frente la pareja: la decepción, el miedo al abandono, la culpa, la vergüenza y la expectativa.
No hay duda que el miedo al abandono y la culpa son experimentados con mayor intensidad por la persona que ha sido diagnosticada con la dificultad de concebir (en los casos que no se da por ambos miembros). La persona puede sentirse “insuficiente” o que le ha fallado a su pareja.
El deseo por conformar una familia lanza a la pareja de inmediato a recurrir a un especialista en fertilización sin haber procesado bien las emociones de esta primera etapa de diagnóstico. La idea es salir cuanto antes de esta situación y enmendar.
Sin embargo, cuando estos sentimientos de culpa y miedo no se trabajan en el momento, lo que pudiese venir son sensaciones aún más difíciles de manejar si el tratamiento de fertilización no rinde los resultados esperados, que es siempre una posibilidad real.
“Es frecuente que la pareja en situación de infertilidad experimente sensaciones relacionadas con la frustración, impotencia, “injusticia”, tras el primer impacto, pero también un intenso temor y ansiedad en los sucesivos intentos de concepción o en la inmersión en la adopción” explica Psicopedia
El hecho de no conseguir el embarazo tras uno o varios intentos de reproducción asistida puede derivar en conflictos en la pareja y en depresión. En este punto se llega a la encrucijada de las decisiones: ¿qué hacer?
La separación, la adopción, la posibilidad de que la persona no diagnosticada tenga un hijo “por fuera”, o resignarse a no tener descendencia y permanecer juntos son todas decisiones muy difíciles de tomar.
Por eso es necesario que la pareja una vez es diagnosticada, asista a un psicólogo, aun antes de ir a un especialista en fertilización. El psicólogo no solo los ayudará en el manejo de las primeras emociones, también deberá explorar las fortalezas de la pareja, cuán sólidos son los vínculos que los une y, sobre todo, revisar el proyecto de vida juntos.